El período analizado va del segundo trimestre de 2016 al segundo trimestre del 2021. Los resultados muestran que la fragilidad laboral inicia una tendencia al alza en el tercer trimestre de 2018, como resultado de la crisis macroeconómica que implicó devaluación del tipo de cambio y, consecuentemente, aceleración inflacionaria. Esto, a su vez, redujo la capacidad de compra de los ingresos, al tiempo que, al caer la actividad cayó también el empleo -en simultaneidad con el aumento de la participación de empleo informal-. De esta forma, el cimbronazo de la pandemia de la COVID-19 a inicios del 2020 se da en el marco de un mercado laboral signado por el déficit de empleo, una creciente precariedad laboral y la intensificación de la pobreza y desigualdad en los ingresos de la población trabajadora.
Al segundo trimestre de 2021 la fragilidad laboral alcanzó los 42,9 puntos a nivel nacional, lo que implica un aumento de 7,7 puntos porcentuales (pp) respecto a igual período de 2018, de 3,32 respecto al 2t-2019 y de 1 pp respecto al 2t-2020. De modo que se constata que la tendencia de creciente fragilidad iniciada a mediados de 2018 se intensifica con la irrupción de la pandemia.
Dicho valor indica que el funcionamiento del mercado laboral se encontró a 42,9 puntos del escenario de nula fragilidad, ubicándose un 2,5% (1pp) por encima del valor del segundo trimestre del 2020. En relación a lo acontecido un año atrás, destaca un significativo avance de la dimensión de Precariedad (+11,5 pp) y el aumento -aunque más acotado- de la de Pobreza e Ingresos (+1,6pp), que resultan parcialmente compensados por la disminución de la fragilidad ligada a la dinámica de Déficit de Empleo, que se reduce 9,9 pp.
Antes de continuar, es relevante hacer foco en dos puntos relevantes. En primer lugar, que los resultados no pueden disociarse del período de excepcionalidad que se encuentra atravesando el mundo a raíz de la pandemia de la COVID-19, así como tampoco puede interpretarse el contexto laboral sin considerar la profundidad de las reconfiguraciones en las jornadas laborales y los procesos de trabajo derivados de las disposiciones de distanciamiento social. En segundo lugar, que la interpretación de estos resultados no debiera omitir un estado de situación de fragilidad en ascenso durante al menos un año y medio previo a la irrupción de la pandemia. Es sobre ese marco que, aún cuando se estipularan medidas de protección del empleo -como el Decreto 329/2020 de prohibición de despidos y suspensiones, o el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP), Decreto 332/2020- constatamos que la crisis sanitaria y las disposiciones de aislamiento derivadas profundizaron las debilidades preexistentes, configurando un escenario crítico del mercado de trabajo.