La centralidad del tiempo en las luchas obreras

El uso del tiempo ha estado en el corazón de las resistencias obreras a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Las primeras reivindicaciones internacionalistas por la limitación de la jornada, el primer derecho laboral arrancado al capital, configuró un freno a formas de explotación que constituían una guerra contra la vida. 

En las luchas por la jornada, con trabajos de sol a sol, se encontraba en juego la centralidad de la vida – no morir en el trabajo – y la posibilidad de arrancarle tiempo al capital. Tiempo para el descanso y tiempo para el disfrute también. 

“Ni una hora para pensar. Queremos sentir el calor del sol/Queremos oler las flores/Y vamos a conseguir las ocho horas/Ocho horas para lo que se nos dé las ganas” cantaban los obreros hace más de 100 años.

La lucha por condiciones dignas de trabajo y la salud laboral tuvieron como inexorable antecedente la disputa por el tiempo limitado en la apropiación del trabajo. 

Sin embargo, el tiempo necesario para el cuidado inicialmente quedó oculto. Se trata de trabajo invisible, no remunerado, que en general se realiza al interior de los hogares o en el ámbito privado, y que en su mayor parte es sostenido por las mujeres y disidencias.

Fueron ríos de escritura feminista, encuentros y movilizaciones los que han revelado que para que el sistema productivo funcione, deben existir condiciones primordiales que lo hacen posible como es el espacio de la reproducción social, al cual el sistema capitalista no le reconoce valor.