El Informe de Fragilidad Social tiene como objetivo analizar la incidencia y la evolución de la integración social y, particularmente, de la fragilidad social durante el período 2016-2019, tanto a nivel nacional como para cada una de las regiones geográficas.
Se define a las personas en situación de fragilidad social como aquellas que tienen altas probabilidades de caer en la pobreza en contextos socioeconómicos críticos.
No son pobres, pero tampoco están integradas socialmente en forma plena.
Mientras el concepto de pobreza hace referencia a una situación de privación efectiva y actual, la fragilidad social alude al riesgo de empobrecimiento en el futuro.
A tal efecto se define a la población socialmente frágil como aquella con ingresos apenas por arriba de la línea de pobreza (hasta un 50% superior) – población frágil por ingresos-. Asimismo, al interior de este grupo, se distingue entre aquella población que, además de contar con ingresos bajos, posee ciertas características estructurales, sociodemográficas y laborales altamente asociadas con la pobreza (frágiles estructurales) que incrementan sensiblemente sus chances de pasar a engrosar la población pobre en contextos económicos desfavorables.
De este modo, al adicionar a la población frágil a aquellos individuos que viven en condiciones de indigencia y pobreza, se obtiene lo que en el presente informe se denomina población no integrada socialmente.
Los resultados obtenidos para el cuarto trimestre de 2019 (4t 2019) -último dato preliminar disponible- indican que el porcentaje de personas en situación de fragilidad social, a nivel nacional, fue del 19,7%. Entre estos, el 59,2% se corresponde con personas que sufren de fragilidad social estructural.
Si se adiciona a la población frágil la proporción de población en situación de pobreza indigentes y pobres no indigentes) -que al 4t 2019 alcanzó el 38,8-%, se tiene que cerca de 6 de cada 10 personas resultaron no plenamente integradas en términos socio-económicos hacia fines de 2019. La proporción de población no integrada ascendió a 58%, cifra que representa un aumento de 1,1 puntos porcentuales (pts) respecto de la tasa de población no integrada socialmente que se registró en el mismo trimestre de 2018, y de 8 pts si se toma como referencia igual trimestre de 2016.
La tasa de fragilidad social decreció 1,6 pts entre 4t 2018 y 4t 2019. Esta dinámica da cuenta de un crecimiento de 0,6 pts de la tasa de fragilidad por ingresos, y de una caída del 2,2 pts de la tasa de fragilidad estructural, que se estima altamente vinculada al incremento de la tasa de pobreza (+1,5 pts). Por el contrario, entre 4t 2016 y 4t 2019, se verifica un descenso de magnitud poco considerable en la tasa de fragilidad social (- 0,2 pts) resultado del descenso en la tasa de fragilidad estructural (-2,6 pts) concomitante con un incremento de la proporción de población frágil únicamente por ingresos (+2,4pts). Este punto expone que el crecimiento de la población no integrada respondió a un proceso de deterioro
de los ingresos durante el período considerado El análisis por regiones geográficas indica que el Noreste (NEA) y el Noroeste Argentino (NOA) son aquellas que presentaron mayores tasas de población no
integrada en el cuarto trimestre de 2019 (68,3% y 64,3%, respectivamente), con brechas de 6,4 pts y 10,4 pts respecto de la registrada a nivel nacional. Por el contrario, la Patagonia presenta el mejor desempeño relativo (51,9%). En todas las regiones la tasa de población no integrada socialmente creció, tanto en el
último año (4t 2018 – 4t 2019) como en el periodo 4t 2016 – 4 2019.
Cuyo y NEA, por su parte, son los territorios que presentaron mayores tasas de fragilidad social: 25% y 23,7% en el último trimestre de 2019. A diferencia de la evolución de la tasa de integración, la proporción de población frágil mostró un comportamiento heterogéneo entre regiones a lo largo del período de
análisis.