El presente documento tiene como objetivo analizar la situación y evolución del mercado de trabajo argentino en los últimos años (2016-2019)1, haciendo hincapié en su capacidad para generar los puestos de trabajo necesarios para absorber a la totalidad de la población activa; el análisis de la calidad y modalidad de empleo predominante, en directo vínculo con la dinámica de los ingresos (y su distribución) y la evolución de la pobreza.
Para ello se recurre a la noción y operativización del concepto de fragilidad laboral desarrollado por Kosztzer, Perrot, Schachtel y Villafañe (2005)2 -con algunas pocas modificaciones-. De acuerdo a esta perspectiva, la fragilidad laboral se entiende como la distancia existente entre las condiciones óptimas o deseables de la dinámica y funcionamiento del mercado de trabajo y aquellas efectivamente vigentes, asumiendo que existiría un “modo ideal” de su comportamiento.
De este modo, considerando tres dimensiones o sub-fragilidades: (a) déficit de empleo (DE), definido como el grado de escasez de puestos de trabajo; (b) precariedad laboral (P), entendida como la calidad que detenta la estructura de puestos de trabajo disponibles; y (c) pobreza e ingresos (PeI), que mide el poder de compra de los ingresos familiares en relación a la línea de pobreza, y su distribución), se elabora un indicador multidimensional sintético: el Índice de Fragilidad Laboral (IFL). Este asume siempre valores entre 0 y 1, donde 0 indica el escenario de no-fragilidad y 1 el de fragilidad crítica.
Además, al multiplicarlo por 100, puede interpretarse como el nivel de fragilidad laboral vigente (es decir, la distancia existente entre el escenario ideal de no-fragilidad (IFL=0) y las condiciones vigentes).
Los indicadores incorporados en el IFL presentan comportamiento estacional, por lo que un correcto análisis de su evolución requiere compararlos entre idénticos trimestres. En virtud de ello, y debido a que las estadísticas revisadas por el INDEC respecto de la dinámica del mercado de trabajo y los ingresos sólo se encuentran disponibles a partir del segundo trimestre de 2016, a efectos de presentar una medida preliminar de cómo ha evolucionado la fragilidad laboral entre ambas puntas del período de análisis (2016-2019) se muestra una estimación del IFL correspondiente al segundo trimestre de 2019, en base a la información parcial disponible3 para el total nacional. Para el resto de los casos -comparación regional, por sexo y por rango etario- se expone el nivel del último trimestre disponible y la variación correspondiente al último año.
Los resultados obtenidos indican que a nivel nacional la fragilidad laboral habría alcanzado los 39,7 puntos en el segundo trimestre de 2019. En línea con la evolución reciente de la actividad económica, su crecimiento se ha intensificado en los últimos cuatro años y, particularmente, en el último: mientras que registró un incremento del 9% entre el segundo trimestre de 2016 y el segundo trimestre de 2019, entre 2018 y 2019 experimentó un alza del 13%. La dinámica se repite en todas las dimensiones que componen el índice de fragilidad laboral: en los últimos tres años el déficit de empleo creció un 25%, la precariedad laboral un 6%, y el indicador que mide la evolución de los ingresos de los hogares y su distribución un 5%. En el último año, por su parte, los aumentos registrados fueron de 17%, 9% y 16%, respectivamente
El análisis por regiones geográficas convalida las heterogeneidades espaciales existentes en el territorio nacional: el Gran Buenos Aires (GBA) y el Noroeste Argentino (NOA) son las regiones que actualmente presentan mayor fragilidad laboral (40,4 y 39,4 puntos, respectivamente), con brechas del 7% y 4% respecto de la fragilidad nacional.
Por el contrario, la Patagonia constituye el área de mejor desempeño relativo: la fragilidad laboral (28,6 puntos) es un 24% inferior a la nacional, y 29% menor a la del GBA. Si bien todas las regiones geográficas experimentaron aumentos en el nivel de fragilidad laboral entre 2018 y 2019, Cuyo y Patagonia son las que presentan mayores incrementos: 25% y 16,3%, respectivamente, ambos por encima de la dinámica
nacional.
Al examinar el diferencial de fragilidad entre varones y mujeres, se concluye que estas se ven más intensamente afectadas por el deterioro en las condiciones del mercado de trabajo experimentado en los últimos años: entre las mujeres el IFL arrojó un valor de 39,3 puntos en 2019, un 15% superior al nivel de 2018. Entre los varones, en cambio, alcanzó 38,2 puntos, siendo un 11% mayor al nivel de fragilidad del año previo.
Finalmente, al descomponer la medición entre jóvenes y adultos, resulta que los primeros presentan, a lo largo de todo el período, mayor fragilidad: en promedio para todo el lapso de análisis, su IFL es un 56% superior al de los adultos. Respecto de su dinámica en el último año, cabe mencionar que aunque en términos relativos los adultos experimentaron un mayor crecimiento de la fragilidad laboral (17% versus 12%), en términos absolutos el incremento entre los jóvenes fue superior: creció 5,5 puntos, mientras que entre los adultos lo hizo 4,94.
1 Por motivos de discrepancias metodológicas entre las estadísticas del período analizado y las de años previos, no resulta extrapolable el análisis de fragilidad al período previo. Sin embargo, los primeros datos disponibles del lapso reciente, correspondientes al segundo trimestre de 2016, evidencian un estado de situación del mercado laboral que, aunque caracterizado por un menor grado de fragilidad que el evidenciado en 2019 tanto en términos agregados como en lo referido a las dimensiones constitutivas, también mantenía una distancia notable respecto del escenario de nofragilidad.
2 Kosztzer,D., Perrot, B., Schachtel, L. y Villafañe, S. (2005) Índice de fragilidad laboral: un análisis geográfico comparado del empleo y el trabajo a partir del EPH. Buenos Aires: Programa Naciones Unidas para el Desarrollo – PNUD: Ministerio de Trabajo de la Nación, 2005. 96 p. ; – 1a ed. –
3 La misma será revisad en el mes de noviembre, cuando se publiquen las bases de microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares – INDEC correspondiente a dicho período. Ver anexo metodológico para mayor información.
4 Ello se explica porque en 2018 poseen un nivel de fragilidad sensiblemente superior al de los adultos (47,3 puntos vs.
28,2 puntos).